Justicia es una palabra de la
cual decimos muchas cosas pero sobre la que realmente no nos preocupa sino
cuando nos toca vérnosla con ella. Pueden verse dos nociones básicas de la
misma con un único núcleo. Cuando frente a un hecho que consideramos injusto
decimos “no hay justicia” nos referimos a ese contenido casi poético y bastante
platónico de un orden universal acorde a lo justo y bueno. Cuando decimos “se
ha reformado la justicia”, nos referimos a esa parte de la Constitución que nos
da algunas garantías para vivir dentro de un Estado libre y democrático. Pero
el sentido hacia el que apunta la reforma en trámite trata de hacernos cambiar
la forma de contemplar ese núcleo. Aunque difícilmente podamos llegar a
concurrir en la afirmación “la masacre auspiciada por el senador tal, o que
favoreció al gobernador tal, no es un hecho injusto”, seguramente veremos cómo
escapan de las autoridades este tipo de “personas destinadas a delinquir”. Y es
que la preocupación de los congresistas por la segunda instancia es tal que
supera cualquier creencia ingenua en el alto valor de la misma, por el contrario,
con tal preocupación afirman su decisión de seguir delinquiendo.
Cuando Sócrates y sus
amigos discutían respecto de la idea de lo justo, mientras Céfalo sugería algún
tipo de reciprocidad y Simnónides alguna variación de la ley del talión,
Trasímaco argumenta que “lo justo es lo
que conviene al más fuerte”
“En todos los Estados es justo lo
mismo: lo que conviene al gobierno establecido, que es sin duda el que tiene la
fuerza, de modo tal que, para quien razone correctamente, es justo lo mismo en
todos lados, lo que conviene al más fuerte.” (República, 339d)
Aunque Sócrates le
señala el error a Trasímaco al mostrarle cómo los gobernantes pueden equivocarse
y ordenar a los ciudadanos lo contrario a su conveniencia (339d), el hecho
señalado posteriormente por Trasímaco debilita la posición de Sócrates
La justicia y lo justo es un bien en realidad ajeno al que lo practica, ya que es lo conveniente para el más fuerte que gobierna, pero un perjuicio propio del que obedece y sirve; y que la injusticia es lo contrario y gobierna a los verdaderamente ingenuos y justos, y que los gobernados hacen lo que conviene a aquel que es más fuerte, y al servirle hacen feliz a éste, mas de ningún modo a sí mismos. (343c).
En este sentido de
Trasímaco la noción de justicia se acerca a la defendida por Rawls, según la
cual la justicia es un predicado de las instituciones sociales. Según Trasímaco
cuando hablamos de la justicia hablamos en el sentido de eso que se puede
reformar y no de aquella idea que se mantiene en el trasfondo social, por decirlo
en términos de Rawls.
Ahora bien es preciso
recordar que en Colombia el argumento de la justicia tiene que contar con dos
axiomas de gran importancia y mucha fuerza, el hecho de estar en guerra y el de
contar con la fuerza corruptora del narcotráfico. Estas dos interferencias
alteran cualquier noción que pretenda aplicarse a las instituciones más
importantes de nuestra sociedad. No tenemos juicios ni tampoco tenemos leyes
sin estas interferencias. A tal punto que podría señalarse que no hay justicia
de trasfondo, sino injusticia. Además sabemos que nuestro Estado no es “el más
fuerte” y que por ello, si validamos la noción de Trasímaco, con la reforma a
la justicia se protege “al más fuerte” que dirige a los personajes y que está
oculto tras el telón que forma la institucionalidad colombiana. La reforma no
repara ni atiende a la injusticia de trasfondo que era su leitmotiv, y por el
contrario revela quien es el más fuerte, al que le conviene la “nueva” justicia.
Astrea primera diosa de la justicia, abandona la tierra, cuando ésta se envilece