sábado, 10 de noviembre de 2012

La Marcha ¿Patriótica o Populista?


En este texto expongo una crítica al patriotismo de la marcha patriótica y caracterizo este movimiento político, de modo sucinto, como un ejemplo de populismo en el siglo XXI. La Marcha Patriótica es un movimiento político de reciente aparición en la vida política colombiana que propone recoger los intereses de las clases menos favorecidas del país que han sido o bien excluidas de otras organizaciones o bien irrespetadas por otras como el Polo Democrático Alternativo con sus escándalos por corrupción y la falta de tolerancia al radicalismo de ciertos sectores. Por su Declaración Política podemos conocer bastante bien del carácter de dicha organización, ubicada en el extremo izquierdo del espectro ideológico colombiano, pero con la manifiesta intención de buscar un fin negociado al conflicto armado, razón por la que se le han hecho muchas acusaciones, infundadas en su mayoría, sobre el tipo de vinculación de este movimiento con la insurgencia.

La explicación a la palabra “Marcha” proviene de su origen histórico en algunas movilizaciones realizadas desde mediados de 2008 y 2009, pero especialmente la llevada a cabo en 2010 como conmemoración alternativa del bicentenario de la independencia de Colombia “Marcha Patriótica y Cabildo Abierto”. La explicación al adjetivo “Patriótica” se encuentra en el punto 13 de su Declaración, donde se menciona que el movimiento político sigue el espíritu de los libertadores de la primera independencia. A mi parecer dicho adjetivo tiene connotaciones más amplias que recoger el legado de los libertadores y por lo cual creo necesario un cuestionamiento a sus implicaciones.

Si bien, se puede pensar que el patriotismo promueve unos valores tolerantes también es cierto que promueve valores que eluden la consideración del pluralismo propio de estos tiempos y en esto me quiero detener un momento. La noción de “patria” tiene su origen en el latin, idioma en el que significaba familia o clan, de modo que la visión que se obtiene cuando se habla de “Patria” es la de una gran familia que tiene en común unos padres fundadores, por así decirlo, que lucharon por tan altos valores que a ellos les debemos la existencia de nuestro Estado y nuestra nación. Pero la verdad probablemente sea otra, pues ellos luchaban, sí por la defensa de sus intereses nacionalistas, pero no era una lucha en pro de los desfavorecidos, por el contrario, después de la independencia aparecieron los primeros grandes latifundios y los intereses norteamericanos y de otras potencias de la época surgieron por doquier reclamando la recompensa por el apoyo a la guerra de independencia.  

La noción de “patria” ha sido usada particularmente por organizaciones de derecha que a través de la propaganda gubernamental promueve una serie de valores como los únicos posibles y reduce todos los demás a inapropiados o inconvenientes para el sistema social establecido, que frecuentemente se llama “patria”[1]. Basta para convencerse de ello con ver el uso que de tal noción hizo el expresidente colombiano Uribe Vélez, ubicado en el extremo derecho del espectro ideológico colombiano y cuyo uso de la noción era abiertamente excluyente. Una posición romántica podría discutir una pequeña lucha ideológica por la “verdadera” interpretación del concepto o por el significado original, pero no lograría sacudirse la connotación religiosa ni secularizarla para la política y mucho menos librarse de la connotación burguesa, exclusivista y agresiva de la misma. El “amor  a la patria”, el “todo por la patria”, el “sacrificio por la patria” no son otra cosa que la sacralización de la política[2], dirección errónea de una política que se supone promueve la libertad al modo en el que lo hubiesen querido los libertadores.

Ahora bien, a mi parecer, este movimiento político tiene un interés mayor en la lucha por la igualdad que por la libertad. No prescinde de esta última sino que la ubica en segundo lugar y en esto radica su ideario de denuncia de la desigualdad y su oposición a la política económica del gobierno Santos. De su Declaración Política pueden extraerse o señalarse algunos de esos valores que el Movimiento en consideración ha señalado como deducibles del de patriotismo. Por una parte está la independencia, que en su explicación sugiere la crítica a la actual dependencia de la economía colombiana del más salvaje capitalismo. También promueve el heroísmo; la lucha (aunque sin una definición explícita), y la resistencia, cuya definición ha de encontrarse en la necesidad de librarse del capitalismo. Asimismo se muestra este movimiento político como promotor de los valores de la modernidad y la renovación, promoviendo el anticontinuismo. Dice defender el valor de la soberanía y lo relaciona con la capacidad de ésta de redistribuir la riqueza. Antimercantilismo e igualitarismo se pueden leer en su manifiesto. Pero también se puede notar el populismo, en los constantes llamados al “pueblo”, para la derrota de una oligarquía que, en alianza con el poder económico transnacional, erosiona las bases sociales de la nación colombiana.

De los valores del heroísmo, la lucha y la resistencia podemos deducir dos elementos: por una parte, su origen en las clases menos favorecidas de la sociedad, pero por otra parte, su escasa vocación de poder. Lo cual contradice los valores de modernidad, renovación y anticontinuismo que fácilmente pueden encontrarse en todo movimiento político no conservador, como lo han sido los diferentes partidos surgidos a partir de la Constitución de 1991. Esta contradicción puede deberse a las diferentes organizaciones que están en Marcha, y a la escasa experiencia de este tipo de movimiento político formado por tendencias o por facciones, para cuyo éxito ha de tener en cuenta las recomendaciones de Madison[3].

La forma en que la vanguardia de la Marcha ha intentando resolver este problema ha sido la apelación a la siempre útil pero oscura noción de pueblo, tan oscura como la Volonté générale de Rousseau, que supone la existencia de una sola voz a la cual el gobierno ha de obedecer y no una pluralidad a partir de la cual se ha de conducir el Estado[4]. Y en esto es preciso señalar la asociación entre el patriotismo y el paternalismo, que aunque no es una relación causal sí es una derivación bastante frecuente, particularmente cuando el “pueblo” es minorizado, en términos kantianos, y necesita de líderes que lo orienten.

Si bien, el populismo no es necesariamente algo que esté claramente definido y sobre lo que haya un acuerdo extenso, algunos autores han señalado que es la forma en la que se dan los procesos de democratización e inclusión política en América Latina. Colombia ha perdido a sus dos líderes populistas más destacados antes de que pudieran llegar al poder, de la misma manera, por asesinato. Se ha señalado a Gustavo Rojas Pinilla como lo más cercano en Colombia a un gobierno populista y se ha visto erronéamente al gobierno demagógico de Uribe Vélez como un ejemplo de neopopulismo, visión equivocada por cuanto éste último nunca promovió el enfrentamiento pueblo-oligarquía sino por el contrario el unanimismo. Y es que el populismo logra una polarización entre lo que se llama maniqueamente el pueblo y la oligarquía[5], estilo que sí poseían los líderes asesinados Jorge Eliecer Gaitán y Luis Carlos Galán.

Pienso que la Marcha Patriótica, más allá de ser o no patriótica y pese a las dificultades de esta noción sugeridas anteriormente, es un movimiento populista. Sus condiciones de posibilidad pueden reconocerse por el  cumplimiento de las cinco condiciones de Di Tella[6]. Según este sociólogo argentino los movimientos populistas serán coaliciones que surgen cuando 1) las alternativas liberal y obrera son débiles, toda vez que el liberalismo ha dejado de ser anti status-quo por sus mezclas y coqueteos con las clases dominantes con serios vínculos con el imperialismo y los intereses extranjeros. 2) Cuando los partidos de izquierda no gozan de prestigio, y 3) los partidos obreros se vuelven demasiado razonables debido a la prolongada experiencia de negociación, perdiendo así el contacto con las masas recién movilizadas que fluyen desde el campo o que despiertan en las ciudades.

Además, como aparecen intelectuales de izquierda racionalistas y humanitarios que tienen un marxismo en la versión de Marx y no en la de Lenin, 4) las masas recién movilizadas, incluyendo movimientos juveniles radicales, no se sienten identificadas y exigen ideas mucho más violentas. La respuesta proviene de 5) la proliferación de grupos incongruentes en los diversos niveles sociales lo que produce una élite dispuesta a brindar el liderazgo a esas masas. Así el populismo es definido por Di Tella como “un movimiento político con fuerte apoyo popular, con la participación de sectores de clases no obreras con importante influencia en el partido y sustentador de una ideología anti-status quo”[7]. Sin embargo, este sociólogo distingue cuatro tipos de populismo, dentro de los cuales creo que la Marcha pertenece al tipo de los Partidos Social Revolucionarios.

Estos partidos son típicos de países claramente subdesarrollados, cuentan con i) algunos elementos de la clase obrera urbana que, en países como Colombia no es muy numerosa ni está bien organizada. También cuentan con ii) el apoyo del campesinado, particularmente los campesinos pobres y los  jornaleros agrícolas. Además tienen iii) una élite de “revolucionarios profesionales” extraídos principalmente de la clase media inferior, la intelligentzia y los grupos fuertemente opuestos a su propia clase de origen[8].

Si la Marcha logra superar su condición contradictoria y obtiene con ello una vocación de poder, aumentará su tasa de éxito, logrando introducir cambios muy importantes en la estructura de propiedad de la sociedad. Sería más igualistarista que patriótica, pero mejoraría mucho la exigua democracia colombiana.    




[1] Ver Habermas, J., La Constelación posnacional,p.103
[2] Ver Gutiérrez G, R.,  Modernismo, p. 81
[3] Ver Madison, J., El federalista X, p.38
[4] Ver Dahl, R, Un prefacio a la teoría democrática, p.88
[5] Ver De la Torre, C., “Populismo Radical y Democracia en los Andes” p.24
[6] Ver Di Tella, Torcuato S., “Populismo y Reforma en América Latina”, p.395
[7] Ibíd., p. 398
[8] Ibíd., p.416 

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