En este texto expongo una crítica
al patriotismo de la marcha patriótica y caracterizo este movimiento político,
de modo sucinto, como un ejemplo de populismo en el siglo XXI. La Marcha Patriótica es un movimiento
político de reciente aparición en la vida política colombiana que propone recoger
los intereses de las clases menos favorecidas del país que han sido o bien
excluidas de otras organizaciones o bien irrespetadas por otras como el Polo Democrático Alternativo con sus escándalos
por corrupción y la falta
de tolerancia al radicalismo de
ciertos sectores. Por su Declaración Política podemos conocer bastante bien del
carácter de dicha organización, ubicada en el extremo izquierdo del espectro
ideológico colombiano, pero con la manifiesta intención de buscar un fin
negociado al conflicto armado, razón por la que se le han hecho muchas
acusaciones, infundadas en su mayoría, sobre el tipo de vinculación
de este movimiento con la insurgencia.
La explicación a la palabra
“Marcha” proviene de su origen histórico en algunas movilizaciones realizadas
desde mediados de 2008 y 2009, pero especialmente la llevada a cabo en 2010
como conmemoración alternativa del bicentenario de la independencia de Colombia
“Marcha Patriótica y Cabildo Abierto”. La explicación al adjetivo “Patriótica”
se encuentra en el punto 13 de su Declaración,
donde se menciona que el movimiento político sigue el espíritu de los
libertadores de la primera independencia. A mi parecer dicho adjetivo tiene
connotaciones más amplias que recoger el legado de los libertadores y por lo
cual creo necesario un cuestionamiento a sus implicaciones.
Si bien, se puede pensar que
el patriotismo promueve unos valores tolerantes también es cierto que promueve
valores que eluden la consideración del pluralismo propio de estos tiempos y en
esto me quiero detener un momento. La noción de “patria” tiene su origen en el
latin, idioma en el que significaba familia o clan, de modo que la visión que
se obtiene cuando se habla de “Patria” es la de una gran familia que tiene en
común unos padres fundadores, por así decirlo, que lucharon por tan altos
valores que a ellos les debemos la existencia de nuestro Estado y nuestra
nación. Pero la verdad probablemente sea otra, pues ellos luchaban, sí por la
defensa de sus intereses nacionalistas, pero no era una lucha en pro de los
desfavorecidos, por el contrario, después de la independencia aparecieron los
primeros grandes latifundios y los intereses norteamericanos y de otras
potencias de la época surgieron por doquier reclamando la recompensa por el
apoyo a la guerra de independencia.
La noción de “patria” ha sido
usada particularmente por organizaciones de derecha que a través de la propaganda gubernamental promueve una
serie de valores como los únicos posibles y reduce todos los demás a
inapropiados o inconvenientes para el sistema social establecido, que
frecuentemente se llama “patria”[1].
Basta para convencerse de ello con ver el uso que de tal noción hizo el
expresidente colombiano Uribe Vélez, ubicado en el extremo derecho del espectro
ideológico colombiano y cuyo
uso de la noción era abiertamente excluyente. Una posición romántica podría
discutir una pequeña lucha ideológica por la “verdadera” interpretación del
concepto o por el significado original, pero no lograría sacudirse la
connotación religiosa ni secularizarla para la política y mucho menos librarse
de la connotación burguesa, exclusivista y agresiva de la misma. El “amor a la patria”, el “todo por la patria”, el “sacrificio
por la patria” no son otra cosa que la sacralización de la política[2],
dirección errónea de una política que se supone promueve la libertad al modo en
el que lo hubiesen querido los libertadores.
Ahora
bien, a mi parecer, este movimiento político tiene un interés mayor en la lucha
por la igualdad que por la libertad. No prescinde de esta última sino que la
ubica en segundo lugar y en esto radica su ideario de denuncia de la
desigualdad y su oposición a la política económica del gobierno Santos. De su Declaración Política pueden extraerse o
señalarse algunos de esos valores que el Movimiento en consideración ha
señalado como deducibles del de patriotismo.
Por una parte está la independencia,
que en su explicación sugiere la crítica a la actual dependencia de la economía
colombiana del más salvaje capitalismo. También promueve el heroísmo; la lucha (aunque sin una definición explícita), y la resistencia, cuya definición ha de
encontrarse en la necesidad de librarse del capitalismo. Asimismo se muestra
este movimiento político como promotor de los valores de la modernidad y la renovación, promoviendo el anticontinuismo.
Dice defender el valor de la soberanía
y lo relaciona con la capacidad de ésta de redistribuir la riqueza. Antimercantilismo e igualitarismo se pueden leer en su manifiesto. Pero también se
puede notar el populismo, en los constantes llamados al “pueblo”, para la
derrota de una oligarquía que, en alianza con el poder económico transnacional,
erosiona las bases sociales de la nación colombiana.
De los valores del heroísmo,
la lucha y la resistencia podemos deducir dos elementos: por una parte, su origen
en las clases menos favorecidas de la sociedad, pero por otra parte, su escasa
vocación de poder. Lo cual contradice los valores de modernidad, renovación y
anticontinuismo que fácilmente pueden encontrarse en todo movimiento político
no conservador, como lo han sido los
diferentes partidos surgidos a partir de la Constitución de 1991. Esta
contradicción puede deberse a las diferentes organizaciones que están en Marcha, y a la escasa experiencia de
este tipo de movimiento político formado por tendencias o por facciones, para
cuyo éxito ha de tener en cuenta las recomendaciones de Madison[3].
La forma en que la vanguardia
de la Marcha ha intentando resolver este problema ha sido la apelación a la
siempre útil pero oscura noción de pueblo,
tan oscura como la Volonté
générale de Rousseau, que supone la existencia de una sola voz a la
cual el gobierno ha de obedecer y no una pluralidad a partir de la cual se ha
de conducir el Estado[4].
Y en esto es preciso señalar la asociación entre el patriotismo y el
paternalismo, que aunque no es una relación causal sí es una derivación
bastante frecuente, particularmente cuando el “pueblo” es minorizado, en términos
kantianos, y necesita de líderes que lo orienten.
Si bien, el populismo no es
necesariamente algo que esté claramente definido y sobre lo que haya un acuerdo
extenso, algunos autores han señalado que es la forma en la que se dan los procesos
de democratización e inclusión política en América Latina. Colombia ha perdido
a sus dos líderes populistas más destacados antes de que pudieran llegar al
poder, de la misma manera, por asesinato. Se ha señalado a Gustavo Rojas
Pinilla como lo más cercano en Colombia a un gobierno populista y se ha visto
erronéamente al gobierno demagógico de Uribe Vélez como un ejemplo de
neopopulismo, visión equivocada por cuanto éste último nunca promovió el
enfrentamiento pueblo-oligarquía sino por el contrario el unanimismo. Y es que
el populismo logra una polarización entre lo que se llama maniqueamente el pueblo y la oligarquía[5],
estilo que sí poseían los líderes asesinados Jorge Eliecer Gaitán y Luis Carlos
Galán.
Pienso que la Marcha
Patriótica, más allá de ser o no patriótica y pese a las dificultades de esta
noción sugeridas anteriormente, es un movimiento populista. Sus condiciones de
posibilidad pueden reconocerse por el cumplimiento de las cinco condiciones de Di
Tella[6].
Según este sociólogo argentino los movimientos populistas serán coaliciones que
surgen cuando 1) las alternativas liberal y obrera son débiles, toda vez que el
liberalismo ha dejado de ser anti status-quo por sus mezclas y coqueteos con
las clases dominantes con serios vínculos con el imperialismo y los intereses
extranjeros. 2) Cuando los partidos de izquierda no gozan de prestigio, y 3)
los partidos obreros se vuelven demasiado razonables debido a la prolongada
experiencia de negociación, perdiendo así el contacto con las masas recién
movilizadas que fluyen desde el campo o que despiertan en las ciudades.
Además, como aparecen intelectuales
de izquierda racionalistas y humanitarios que tienen un marxismo en la versión
de Marx y no en la de Lenin, 4) las masas recién movilizadas, incluyendo
movimientos juveniles radicales, no se sienten identificadas y exigen ideas
mucho más violentas. La respuesta proviene de 5) la proliferación de grupos
incongruentes en los diversos niveles sociales lo que produce una élite
dispuesta a brindar el liderazgo a esas masas. Así el populismo es definido por
Di Tella como “un movimiento político con fuerte apoyo popular, con la
participación de sectores de clases no obreras con importante influencia en el partido
y sustentador de una ideología anti-status quo”[7].
Sin embargo, este sociólogo distingue cuatro tipos de populismo, dentro de los
cuales creo que la Marcha pertenece al tipo de los Partidos Social
Revolucionarios.
Estos partidos son típicos de
países claramente subdesarrollados, cuentan con i) algunos elementos de la
clase obrera urbana que, en países como Colombia no es muy numerosa ni está
bien organizada. También cuentan con ii) el apoyo del campesinado,
particularmente los campesinos pobres y los
jornaleros agrícolas. Además tienen iii) una élite de “revolucionarios
profesionales” extraídos principalmente de la clase media inferior, la intelligentzia y los
grupos fuertemente opuestos a su propia clase de origen[8].
Si la Marcha logra superar su condición contradictoria y obtiene con ello
una vocación de poder, aumentará su tasa de éxito, logrando introducir cambios
muy importantes en la estructura de propiedad de la sociedad. Sería más
igualistarista que patriótica, pero mejoraría mucho la exigua democracia
colombiana.
[1]
Ver Habermas, J., La Constelación posnacional,p.103
[2]
Ver Gutiérrez G, R., Modernismo, p. 81
[3]
Ver Madison, J., El federalista X,
p.38
[4]
Ver Dahl, R, Un prefacio a la teoría
democrática, p.88
[5]
Ver De la Torre, C., “Populismo Radical y Democracia en los Andes” p.24
[6]
Ver Di Tella, Torcuato S., “Populismo y Reforma en América Latina”, p.395
[7]
Ibíd., p. 398
[8]
Ibíd., p.416
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