Bien
es sabido por muchos de los estudiosos de la política colombiana que el gobierno
de Álvaro Uribe Vélez tuvo un gran matiz militarista. Muchos también aseguraron
que tenía ciertos rasgos de ser un gobierno autoritario. Algunos otros se
atrevieron a decir que era un tipo de dictadura o de populismo del siglo XXI.
Pero lo que quiero defender aquí no tiene que ver con ese gobierno sino con el
de Juan Manuel Santos y una posible explicación del refortalecimiento del fuero
militar en el que se ha visto envuelto en estos días. Si bien el gobierno de
Uribe Vélez no fue una dictadura militar, los militares sí tuvieron durante
esos ocho años un papel protagónico, por decir lo menos, aunque cuestionado por
su arbitrariedad, sus excesos frente a la población civil y su fracaso en la
derrota de la insurgencia. Este proceso significó que los militares adquirieron
mucho poder y por ello no estaban dispuestos a ceder en ciertos procedimientos aprendidos
en una generación dada más al enfrentamiento que al diálogo.
Puede
aceptarse con relativa facilidad que el cambio de mando en el ejecutivo
significó también un cambio en el discurso de las fuerzas armadas. Fe en la causa
fue la consigna que reemplazó la doctrina militar de la seguridad democrática.
Y aunque puede que en términos teóricos sea una fórmula más elaborada para
muchos sigue una misma línea con la anterior. No es mi interés ni estoy en
capacidad de hacer un recorrido por los avatares de las acciones
político-militares del gobierno Santos, pero esta nueva política institucional
no cayó bien entre las tropas. Así como tampoco ha caído bien el hecho de que
las diferencias salariales entre oficiales y suboficiales no se hayan resuelto,
ni el inicio de los diálogos de paz del gobierno con las FARC, ni la hasta hace
pocos días persecución de la justicia civil. Pueden
ser muchas las desaveniencias entre el ejecutivo y sus fuerzas militares,
pero éstas
no tienen en Colombia la capacidad de producir un verdadero ruido de sables
como para que los políticos teman un golpe de Estado de carácter militar. Sin
embargo sí tienen un as de chantaje y es la muy conocida baja moral de las
tropas, a
la que tanto los generales como el ministro de defensa colombiano han salido a responder
y denegar. Con tal situación, argumenta la derecha colombiana viuda de
poder, el país puede volver al nivel de violencia y de inseguridad previa al
gobierno de Uribe Vélez. Tan baja está la moral de la tropa que no
desaprovechan un episodio de confrontación entre la guerrilla y el ejército
para repetirlo.
En
algún sentido esta situación semeja aquella que se vivió en los países
latinoamericanos que tuvieron dictaduras militares en los 70s y 80s luego de la
transición del poder a las autoridades civiles. Por eso quiero reseñar a
continuación algunas de las recomendaciones que dio Samuel Huntington en su
texto La Tercera Ola para que los gobiernos civiles contuvieran el
poder que habían adquirido sus fuerzas militares. Y las reseño porque la respuesta que está dando Juan Manuel
Santos a la situación con sus tropas se parece a las sugeridas por este pensador
y aunque muchas de ellas no hayan sucedido efectivamente podrían suceder en un
eventual acuerdo de paz. Así el fuero militar puede ser apenas una de esas concesiones:
“3-
Clarifique y consolide la cadena de mando en las fuerzas armadas. Termine con
ambigüedades o anormalidades, haga saber claramente que la cabeza civil del
gobierno es el jefe del ejército.
4- Haga reducciones importantes en las
dimensiones de las fuerzas armadas. Cualquier ejército que haya ejercido
funciones gubernamentales será demasiado grande y, muy probablemente, tendrá
demasiados oficiales.
5- Los oficiales del ejército piensan que
están mal pagados, mal alojados y mal equipados, y probablemente tengan razón.
Use el dinero obtenido de la reducción de las dimensiones del ejército para
aumentar los salarios, pensiones y jubilaciones, y para mejorar las condiciones
de vida. Saldrá ganando.
6- Reoriente a las fuerzas militares en
sus misiones. Usted puede tener interés en desear resolver conflictos con otros
países. Sin embargo, la ausencia de una amenaza externa puede permitir que sus
militares carezcan de misiones militares legítimas, y realzar su inclinación a
pensar en política. Se gana en equilibrio al anular amenazas extranjeras, pero
a costa del precio potencial de tener inestabilidad interna.
7- Para volver a centrar a los militares
en sus propósitos profesionales, reduzca drásticamente el número de tropas
estacionadas en su capital o alrededor de ella. Trasládelas a las fronteras o a
otros lugares relativamente distantes y despoblados.
8-
Deles juguetes. Esto quiere decir proporcionarle nuevos y divertidos tanques,
aviones, autos blindados, artillería y equipos electrónicos sofisticados (los
barcos no tienen tanta importancia: no sirven para hacer golpes de estado). El
nuevo equipamiento los hará felices, y los tendrá ocupados mientras intentan
aprender cómo usarlos. Jugando bien sus cartas, y dando una buena impresión en
Washington, usted también podrá sacar mucho del presupuesto norteamericano.
Entonces ganara la ventaja adicional de que podrá aconsejar a los militares que
solo seguirán obteniendo esos juguetes si saben comportarse, porque los
legisladores norteamericanos tienen una impresión lamentable de la intervención
militar en política.
9- Porque los soldados, como todo el
mundo, aman que los amen, aproveche cada oportunidad de identificarse con las
fuerzas armadas. Asista a las ceremonias militares, otorgue medallas, ruegue a
los soldados que encarnen los valores más altos de la nación, y si esto está de
acuerdo con la Constitución, aparezca usted mismo vestido con uniforme.
10- Desarrolle y mantenga una
organización política que sea capaz de movilizar a sus seguidores por las
calles de la capital si alguien intenta un golpe militar."
Bibliografía: Hntington, Samuel P. La Tercera Ola.
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