Este texto inicialmente fue un comentario a otro que defendía el voto en blanco. Yo, por mi parte no comparto la idea del valor tan alto que se le da al voto en blanco. Una opinión común de los defensores del voto en blanco es que este tiene un valor independiente y no un valor relativo por lo que afirmaciones como la de que el voto en blanco se le suma al que va ganando resultan prácticamente absurdas. Pero no por completo, pues pensar de este modo elude considerar que esa no es una afirmación literal, y que tiene un contenido de verdad, pues el voto en blanco resta votos a la opción alternativa, lo que en últimas se traduce en apoyo a la opción no alternativa. Pero no quiero extenderme en esa minucia.
He considerado desde hace tiempo que la opción del voto en blanco fue introducida subrepticiamente en las constituciones latinoamericanas, quizá iberoamericanas, probablemente con el auge del neoliberalismo en política (posición que promueve una preocupación menor por los asuntos políticos de parte de la ciudadanía. Me permito especular sobre e asunto, toda vez que no conozco una arqueología, o una historia siquiera, del voto en blanco. Para explicar un poco cómo entiendo este sistema de voto en blanco voy a usar una alegoría: supóngase un sistema político absolutamente liberalizado, donde las personas solo eligen a un candidato de una lista de opciones, de acuerdo al que consideren que presenta la mejor propuesta. Así como cuando uno está en el mercado escogiendo naranjas, si uno no encuentra una que le resulte apetecible o si todas le resultan demasiado costosas, pues no compra ninguna, es decir, vota en blanco, ejerce su libertad negativa. Pero todos sabemos que la política es una situación humana mucho más compleja y con mayores consecuencias que la escogencia de frutas en el mercado.
Este comportamiento evidencia la inmadurez política de la sociedad bajo observación y no su madurez, como muchos piensan. Si una sociedad política está bien construida, todos los ciudadanos harán parte de algún partido o defenderán alguna posición (dentro de lo que se entiende como zoon politikón), con el objetivo de convencer a los demás ciudadanos, no de que no voten en blanco o de que voten, sino convencerlos de que abandonen su posición o ubicación política y se acerquen a la propuesta propia.
Si por el contrario la sociedad política es inmadura, o menor de edad en términos kantianos, habrá que convencer a los ciudadanos de la importancia de votar, así como de la importancia de apoyar un partido, de la importancia de controlar a sus candidatos y/o representantes, es decir, habrá que convencerlos de que participar es importante. Si los candidatos que tenemos hoy en día no son interesantes, o satisfactorios, no es culpa de ellos, es culpa de la madurez del sistema político, y del grado de participación de la ciudadanía en eso que se llama realpolitik.
La razón principal por la que no voto en blanco es porque doy por supuesto que el voto en blanco no va a solucionar el problema de los malos candidatos, ni una sociedad va a madurar por el golpe de opinión que generaría un hipotético triunfo del voto en blanco. Si ganara el voto en blanco, yo pregunto: ¿de dónde van a salir esos dichosos candidatos que representan al pueblo, pero no a determinados intereses económicos o partidarios?¿No resulta esto contradictorio? ¿No son los intereses de la ciudadanía también intereses económicos? ¿De que mundo político subterráneo o partidos nuevos van a salir esas personas parecidas a ángeles que nos van a salvar? ¿Cuánto tiempo se puede dar una sociedad para esperar que surjan estos líderes, teniendo presente que además de la emoción política de las elecciones también se necesita administración pública?
Como alternativa al voto en blanco, lo que se necesita realmente es la madurez política de la sociedad. Es claro que candidatos como Juan Manuel Santos o nuestro pulquérrimo Zuluaga no llevarán a la sociedad a esa madurez política. Porque a ellos no les interesa ni les conviene. Les conviene, por el contrario, que la gente piense que el voto en blanco es una buena opción, bien porque envía un mensaje a los candidatos, o bien porque parece una alternativa inteligente, por irreverente y por muchas otras razones. Para mí la madurez política de la sociedad implica la politización de los ciudadanos. Independientemente de la posición política, considero que es mejor la vinculación formal a un partido y la participación en él, que el simple voto de opinión del que muchos son partidarios, particularmente cuando les conviene o cuando sienten que tienen opción de ganar, es decir, como si fueran miembros del partido del oportunismo. Siento que hay que dejar de lado el miedo a equivocarse y avanzar hacia la argumentación y la deliberación política, que son la manera correcta de construir un partido, y de llegar a la madurez política.
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